La educación emocional durante la infancia puede darse a través del arte. De hecho no solo puede, sino que el arte debería ser un recurso a usar en la educación y el fomento de la inteligencia emocional desde las primeras etapas.
Es importante saber que las emociones implican todo en la vida de los seres humanos. Pensamos, tenemos una idea, decidimos y obramos teniendo en cuenta nuestros sentimientos, las emociones que nos despiertan los hechos, contextos y escenarios que nos rodean. Pero durante la niñez este mar emocional es tan intenso que se vuelve confuso y colma a los niños; de ahí que, en la infancia, se necesite recibir recursos que puedan usarse para canalizar las emociones.
Nosotros, padres y maestros por excelencia, somos los principales responsables de ayudarlos a saber qué les sucede y cómo pueden afrontar y solucionar lo que sienten, les preocupa y en definitiva, les pasa.
Hay que enseñarles a los niños a nombrar sus emociones para que puedan identificarlas por sí solos, expresarlas a los demás o contenerlas cuando sea necesario: eso es inteligencia emocional. Las manifestaciones artísticas, se ha probado ya, son una buena herramienta que puede ayudarlos en este sentido.
Hoy se habla de implementar estrategias didácticas en la escuela que les permitan a los infantes desarrollar su inteligencia emocional; yo considero que aún sin llegar al colegio, en la casa, los padres podemos brindarles a nuestros hijos juegos y actividades creativas que les sirvan para dar los primeros pasos.
Los mandalas como motor impulsor del crecimiento
Las artes plásticas contribuyen con el bienestar y el crecimiento emocional y cognoscitivo de los niños; sin embargo, existen expresiones artísticas que se encuentran en la vanguardia y se convierten en esas creaciones que energizan y sirven como detonante durante el desarrollo; entre ellas, están los mandalas.
Sus concepciones religiosas (religiones hindú y budista) acertadamente refieren que los mandalas transmiten una idea de perfección, porque los diseños emplean a su favor las peculiaridades de la circunferencia al poseer todos los puntos que puedan realizarse sobre ella a la misma distancia de su centro. Ya sea que sus beneficios partan de esta característica o no, dibujar mandalas es bueno para todas las edades pero, en el caso de los niños, esta tarea ofrece múltiples bondades.
Conócelas a continuación.
Los mandalas no solo son esos dibujos en forma de círculo que se circunscriben dentro de un rectángulo, reflejan temáticas diversas y son muy coloridos. Los mandalas, como también se les llama, estimulan la originalidad, la creatividad de las ideas, la concentración y la expresión de los sentimientos desde las primeras edades.
Los niños que pintan mandalas además de lograr mejores técnicas para colorear (dibujar de forma horizontal o vertical, mantener el color dentro de los contornos…), fortalecen su control muscular y comienzan a familiarizarse con las figuras geométricas y los símbolos.
Como motor impulsor del crecimiento emocional los mandalas desarrollan la mente y posibilitan que los menores se relajen, tengan paciencia y aprendan a controlar sus impulsos, sobre todo, en aquellos que son hiperactivos y les cuesta controlarse por sí solos.
Dale mandalas a tu hijo e invítalo a dibujar libremente; permítele expresarse a través de un dibujo milenario que desarrolla la imaginación, refuerza la disciplina, el esfuerzo y la sensibilidad hacia el arte.
Dibujar mandalas va a estimularle la memoria, lo ayudará a canalizar sus sentimientos y a mejorar su autoestima.